La caída de Mikel Landa en la quinta etapa del Giro d’Italia 2021 puede haber sido el fin de un ciclo. La última posibilidad de ganar una gran vuelta e incluso de acabar en un podio con honores. Ya son 31 primaveras las que visten al vasco y cada vez es más difícil pensar en una posibilidad clara de estar en lo más alto del podio. Por el relevo generacional, por la dificultad de encontrar un buen equipo que le rodee y por la difícil realidad que se le pinta este año.
El Giro 2021 parecía la mejor de las oportunidades. Solo un rival de gran entidad consolidado: Egan Bernal. La mayoría de los participantes jóvenes y en sus primeras participaciones. Un equipo de escaladores hecho a medida y trabajado para arropar al alavés y una forma envidiable, además de una confianza que hacía mucho tiempo que no tenía. Todo esto, además, sumado a un recorrido con solo una crono y un prólogo; algo cada vez más difícil de encontrar en el ciclismo moderno.
Si a todo esto le sumamos el relevo generacional y la dificultad que va a tener para volver a ser líder único de un equipo, todo hace pensar que esta era su última gran oportunidad. Este 2021 era el año de consolidación en el pelotón y de demostrar que realmente era el líder que siempre ha exigido ser. Él mismo lo decía a principio de año; por recorrido, por momento y por participación, podría ser de las mejores oportunidades de su carrera.
Cierto es que el 2021 no ha acabado y que puede aprovechar su forma, pero tampoco es falso que pocos días de recuperación hay hasta el Tour y que allí la participación será mucho más feroz. La Vuelta 2021 será otro cantar, pero puede hacérsele muy largo el año hasta la fecha. Habrá que esperar a ver cómo se recupera, cómo acaba el año, y qué hace el equipo y el pelotón con él. No va a ser fácil y a la mayoría de landistas le ha parecido esto un gran jarro de agua fría, pero en el ciclismo nunca se sabe.