Más de 6000 kilómetros separan el Kapelmuur y el Borberg de la montaña emiratí de Jebel Hafeet. En ésta última un joven esloveno de 23 años, que aquí parecería un estudiante de Erasmus cualquiera, hace lo que quiere. Gana por ganar, porque es lo que toca y porque es lo que se espera de él. Finaliza dominando el Tour de los Emiratos Árabes Unidos, la carrera de casa para su equipo, una carrera que debería replantearse si, al margen de lo económico, hace bien a la cultura ciclista.
Apenas dos horas separan la coronación de Pogacar de los fuegos artificiales vividos en la Omloop. A Van Aert se le han dicho muchas cosas: que va a vivir a la sombra de Van der Poel, que ser tan completo en todas las disciplinas va a impedir que sea el mejor en alguna, que es demasiado conservador, lo mal que se dosifica año tras año… Habladurías. Hay verdad en algo, pero también mentira, depende de los ojos del que mire.
Antes del comienzo de la carrera de este sábado, su estreno esta temporada, lo enfoca la cámara y dice que sí, que si tiene piernas lo intentará, que es su primera carrera, que a ver qué pasa, que hay muchos rivales… Pero pasa lo que pasa. Pasa que ha hecho los deberes dosificándose. Pasa que ha entrenado mucho. Pasa que va toda la carrera con los dedos en la maneta de freno porque lo que él quiere es arrancar. Y cuando Tiejs Benoot, su compañero de equipo, deja de ser cabeza de carrera suelta el freno y arranca. No espera ni al comienzo del Bosberg, en el llano previo el belga ya ha metido todo en el pedaleo. Pum y pum. Son los ejes de una locomotora en movimiento, fuerza bruta. Pum y pum. Y de ahí hasta meta, goteo de segundos a los perseguidores y tiempo suficiente para dar un beso a su mujer y a su hijo antes de que los mortales pasen por la pancarta de llegada.
No sé por qué tengo la certeza de que en universo paralelo en el que Van Aert no hubiese atacado también él saldría ganador de llegar un sprint reducido. De todas formas, el del Jumbo Visma ha enseñado sus cartas para esta primavera, no escucha las críticas, hace su trabajo y sale a pasárselo bien.
En la Milán-San Remo y en el Tour de Flandes, Pogacar y Van Aert no estarán a 6000 kilómetros, estarán codo a codo. Ambos ya han levantado sus cartas, no han pegado bajón, uno se mantiene y el otro parece más fresco que la primavera pasada. Nada se da por sentado, pero ambos han llegado al primer día de clase con los deberes hechos. Veremos qué tal se les dan los exámenes parciales.