Tadej Pogacar (1998) nació en Klanec, en el término de Komenda, un pueblo limpio y tranquilo al pie de las montañas, en el interior de Eslovenia.
Su cara es blanca y rosada como la de un niño, y posee cierta extraña lejanía en la mirada que sólo desaparece a lomos de su Colnago, la bicicleta que le ha llevado a conquistar la gloria por segunda vez consecutiva en la competición más prestigiosa del mundo, el Tour de France.
Pogacar es ya uno de los ciclistas más célebres de nuestra época, pero no ha tenido tiempo de habituarse a tratar con la prensa y el público.
«Sólo es un muchacho normal que hace cosas extraordinarias», comenta Fernández Matxín, su descubridor. El scout español tuvo la oportunidad de observarlo por primera vez durante el Istrian Spring Trophy de 2017, en Croacia. Antes de llegar a la última curva, Tadej hizo un movimiento de ataque, pero en un mal gesto se le salió el pie del pedal y cruzó la línea de meta en tercer lugar. Sin embargo, su despliegue de potencia e inteligencia impersionó a Matxín. «En televisión tal vez no, pero al verlo en carrera uno se daba cuenta de que era el mejor», sentencia. Al año siguiente ficharía por el UAE Emirates.
Consciente del entusiasmo que despierta, Pogacar trata de rebajar los ánimos. «Si estás solo no puedes ganar, ni siquiera si eres el mejor. Para el viento, para mantener la posición, hay muchas cosas que los compañeros hacen por ti. Es una locura pensar que el ciclismo es un deporte individual», comenta en una entrevista reciente para MET Helmets.
En casa de Pogacar nadie necesitaba que el joven llegara a convertirse en una estrella del deporte. Sus padres son encargado de fábrica y maestra de escuela, y alimentaron en el hogar un ambiente apacible y tolerante. El ciclismo era para el joven Tadej una afición ingenua y desinteresada, inspirada por su hermano mayor. «Lo que me gustaba era la naturaleza, pedalear al aire libre, a veces bajo la lluvia. Era algo diferente, especial, una sensación de libertad», recuerda. Más adelante, también por influencia de su hermano Tilen, ingresaría en el equipo ROG Ljubljana. El resto es historia del ciclismo.
En 2018 ganaría el Tour del Porvenir sub23, al que seguirán la Vuelta al Algarve (2019), el Tour de California (2019), un tercer puesto en la Vuelta a España (2019), el Giro de Lombardía (2021) y el doblete en el Tour de Francia (2020 y 2021), una hazaña jamás culminada por un corredor de solo 22 años.
El joven ciclista esloveno pertenece a una nueva generación de campeones precoces, pero su estilo y sus maneras son antiguas. No es un gran aficionado a la telemetría ni a los ordenadores. En la contrarreloj de la Planche des Belles Filles, durante el Tour de France 2020 que encabezaba hasta ese momento su compatriota Primoz Roglic, conquistó el ascenso sobre una bicicleta sin cuentavatios ni pulsómetro, confiado en su instinto y sus sensaciones.
Pogacar es fuerte en cronos y en etapa, en llano y en montaña, bajo temperaturas muy frías y muy calientes, y hasta el momento no ha sufrido pájaras ni desfallecimientos. El danés Jonas Vingegaard, su gran rival en el Tour de France 2021, cuestionado acerca de las debilidades del esloveno, respondía: «La verdad es que no encuentro ninguna».
Por supuesto, esta facilidad para atacar y sostenerse en los rigores del deporte más duro del mundo ha dado pie a especulaciones. La televisión pública francesa y el propio Primoz Roglic, entre otros, han dejado caer la posibilidad de que usara sustancias dopantes. La presencia de Matxín Fernández o Mauro Gianetti en el equipo UAE Emirates, dada su hoja de servicios, no ayuda a disipar suspicacias. Sin embargo, el joven esloveno ha arrojado negativo en todos los tests anteriores y posteriores a cada etapa.
Cada vez que se plantea la cuestión, Tadej concluye tajante: «Soy un buen chico y he sido bien educado, no soy de los que toma atajos». Los periodistas sonríen complacidos y él continúa ganando carreras.
Muchos se han preguntado ya cuándo podremos verle afrontar el reto de correr en el Tour de Francia y el Giro de Italia en una misma temporada. Nadie ha logrado la doble corona desde Marco Pantani, en el lejano 1998. El pasado 18 de diciembre, a propósito de la misma pregunta formulada en una entrevista con la Gazzetta dello Sport, Tadej responde: «Debo prepararme físicamente, aún soy demasiado joven».
En su staff nadie quiere extenuar a la joven estrella antes de tiempo.
Mientras tanto, Tadej Pogacar vive y entrena en Mónaco, ajeno al ruido y a las expectativas. Comparte apartamento con su prometida, Urska Zigart, también ciclista, y tiene por vecinos a dos de sus compañeros de equipo, Valerio Conti y Davide Formolo. Es un chico normal, tiene talento y por el momento ganar le resulta tan fácil como respirar.
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Artículo escrito por Victor Olcina y compartido con El Farolillo Rojo en forma de colaboración. Muchas gracias Victor 🙂