LeMond y Fignon

La edición del Tour de Francia de 1989 arrancó de Luxemburgo el 1 de julio con un prólogo contrarreloj de 7,8 kilómetros y con la presencia de grandes candidatos a la victoria final: el francés Laurent Fignon, el estadounidense Greg LeMond, el irlandés Stephen Roche y el español Pedro Delgado

LeMond y Fignon, que empataron a tiempo en el prólogo, protagonizaron una batalla sin descanso hasta la mismísima llegada a París. Fue un Tour “a muerte” (así lo recordaba el propio Fignon) entre dos personajes singulares, con distintas características y estrategias en carrera. En sus inicios habían sido compañeros en el equipo Renault. Pero en el Tour del 89, cada uno buscaba desprenderse de la sombra del otro. Fignon quería conquistar su tercer maillot amarillo tras los conseguidos en 1983 y 1984, LeMond su segundo. Al final, cuando ambos se retiraron, el estadounidense acabó con un Tour más bajo el brazo (1986, 1989 y 1990).

Perico llega tarde

El prólogo de Luxemburgo paso a la historia por el despiste inconcebible de Perico Delgado. El segoviano no apareció en la rampa de salida a las 17.17, turno que la organización le había asignado como vigente campeón. Ya habían tomado la salida todos los corredores –los 197 restantes–, solo quedaba él. El Tour había dispuesto un parque cerrado para que los corredores calentasen, pero Delgado, que quería evadirse por completo, prefirió darse una vuelta por una zona más amplia. Se entretuvo más de la cuenta y salió con 2.40 minutos de retraso. Había perdido el Tour antes de comenzarlo.

Las lágrimas en el hotel fueron las de un campeón derrotado. La jornada siguiente fue todavía peor. Perico, sin haber cenado y casi sin dormir, se desplomó en la contrarreloj por equipos. Todos sus compañeros tuvieron que esperarle. Perdió más de cuatro minutos. El Tour no había hecho más que empezar y el jefe de filas del Reynolds-Banesto era el farolillo rojo, a 7.20 minutos de Fignon.

Dos maneras de enfocar la vida y el ciclismo

Fignon, fallecido de cáncer en 2010, tenía fama de agrio, –el día anterior al prólogo final, escupió a la cámara de TVE, al ser preguntado por un periodista español, en una estación de tren de París–. En carrera era conocido como El profesor («Le professeur«) por su imagen de intelectual, con su coleta y sus gafas. Tras vencer en el Giro de ese mismo año y volver a ser el corredor que había sido, –las lesiones le habían impedido rendir al máximo nivel–, era el rival a batir. El francés se presentó al Tour con la certeza de que esa sería una de sus últimas oportunidades de conquistarlo.

LeMond, tras ganar el Tour del 86, también había vivido su particular bajada a los infiernos. Tanto es así que estuvo a punto de morir desangrado. Un accidente de caza en abril de 1987 le dejó el cuerpo acribillado a perdigonazos. Tras mucho sacrificio y pundonor por su parte, regresó al Tour tras dos años de ausencia. Greg, de carácter bromista, siempre estaba preocupado por su imagen pública, al contrario que Laurent. En una ocasión, el francés declaró públicamente que su adversario era un “chuparruedas”. A LeMond le mosqueó la declaración, pero no por la acusación, sino “por la mala fama que transmites de mí”, le dijo al francés.

Greg LeMond rodando por la avenida de los Campos Elíseos en el Tour del 89

-Yo le conozco, ¡usted es el que perdió el Tour por 8 segundos!

-No, se equivoca. Yo soy el que lo ganó dos veces.

«Todavía es posible»

La edición del 89 fue en líneas generales una lucha sin piedad entre un LeMond dominador en las contrarreloj y un Fignon al ataque en la montaña. El francés se aprovechaba de los demarrajes a la desespererada de Perico (finalmente tercero en París) en los grandes puertos para distanciarse de su rival. “Se queda, hoy se queda”, señalaban los comentaristas en cada jornada de montaña, cuando veían retorcerse a Greg LeMond. Pero el estadounidense nunca se distanciaba del todo, no se hundía. Resistía, y recuperaba el tiempo perdido en las cronos. Pero en la última etapa alpina, en Alpe d’Huez, Fignon logró arrebatarle 2.30 minutos a su adversario. El Tour parecía finiquitado.

Laurent Fignon desolado tras conocer su derrota en el Tour del 89

Pero todavía quedaban 24 kilómetros de Tour, la distancia de Versailles a París, y Fignon aventajaba en 50 segundos a LeMond. Pocos creían en la remontada, hasta los periodistas tenían confeccionadas sus crónicas y reportajes con la victoria final del francés como titular. Pero Greg no se daba por vencido, “todavía es posible”.

El estadounidense tenía que recortarle al francés dos segundos por kilómetro, si quería tener opciones de llevarse el amarillo. Para lograrlo recurrió al casco, a una rueda lenticular trasera y a un manillar con apoyo para los brazos. En cambio, Fignon, despreocupado por la aerodinámica, corrió sin casco, con su coleta al viento, con sus gafas redondas y dos ruedas lenticulares. 

26 minutos y 57 segundos tardó el californiano el completar el recorrido, 58 segundos menos que el francés, lo que significaba que había ganado el Tour de Francia por solo 8 segundos, el margen de victoria más pequeño en la historia de la Grande Boucle. Cuando Fignon llegó a la meta apartó la bici y se lanzó al suelo. “Necesitaba aire, no podía respirar. Nadie decía nada y yo preguntaba ‘¿qué?, ¿qué?’ Nadie se atrevía a decírmelo a la cara, nadie me explicaba lo que todos sabían menos yo: había perdido el Tour. Caminé como un boxeador groggy, sin entender nada… Al día siguiente empezó lo peor. Iba constantemente contando 8 segundos en mi cabeza, para darme cuenta de lo que representaban y de que no dan tiempo de nada…” Un desenlace de película dramática para uno de los mejores Tours de la historia. 

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