En la Vuelta España de 1999 coincidieron dos de los ciclistas más talentosos, carismáticos y trágicos de su generación. Frank Vandenbroucke y el Chava Jiménez, ambos con una trayectoria marcada por los excesos, las depresiones y la autodestrucción.
Frank Vandenbroucke, un talento desaprovechado
Vandenbroucke (VDB) tomaba la salida de aquella edición de la Vuelta España como una de las más firmes promesas del ciclismo mundial. En esa temporada había ganado etapas en la París-Niza y en la Vuelta Andalucía, además de llevarse la clásica Omloop Het Nieuwsblad y la Lieja-Bastoña-Lieja.
VDB hizo una actuación estelar en la Vuelta. Se llevó dos etapas y la clasificación por puntos, siendo especialmente memorable su triunfo en el final adoquinado de las Murallas de Ávila.
VDB enfundado con el maillot del equipo Cofidis, con un pelo rubio teñido y unas gafas de sol que ocultaban su desafiante mirada, desprendía un carisma especial para los aficionados. Todavía no había cumplido los 25 años y la prensa de su país consideraba a VDB el ciclista belga más talentoso desde Eddy Merckx. Sin embargo, aquel triunfo en Ávila fue el último relevante de su carrera. El joven Frank escondía en su interior una personalidad psicológica frágil y tormentosa que se desencadenaría años más tarde.
El Chava Jiménez y la Vuelta España: ganar o reventar
El Chava Jiménez nació en el Barraco. Ese pequeño pueblo abulense cuna de grandes figuras del ciclismo patrio. El Chava era un ciclista tremendamente popular gracias a su estilo ofensivo y despiadado cuando la carretera se ponía para arriba.
La carrera del Chava estuvo marcada por exhibiciones y descalabros. Tenía en la Vuelta España su carrera fetiche y en aquella edición de 1999 se llevó una etapa mítica, inolvidable, que acabaría siendo historia del ciclismo. El Chava fue el primero en conquistar una cima asturiana de porcentajes temibles, el Angliru. Bajo una espesa niebla el Chava fue capaz de adelantar a Pavel Tonkov en los últimos kilómetros y levantar los brazos en esa cumbre del ciclismo mundial.
El Chava era un ciclista singular. Nunca prestó especial atención al Giro o al Tour, centrándose especialmente en la Vuelta España ya que lo que más le gustaba era sentir el cariño del aficionado español. A lo largo de su carrera consiguió nueve etapas en la Vuelta, además de cuatro veces la clasificación de la montaña. La última vez que se puso un dorsal fue en la Vuelta de 2001 con 30 años, retirándose definitivamente del ciclismo en 2002. Los excesos habían hecho mella en su cuerpo y mente. Aquejado de una fuerte depresión fue internado en un centro psiquiátrico y de desintoxicación.
El Chava y Vandenbroucke: excesos, depresiones y malas compañías
A pocas semanas de cumplir los 33 años, en diciembre de 2003, una embolia terminó con la vida del Chava Jiménez. La fuerte depresión que sufría unido a las adicciones que tenía, habían expuesto a su organismo al limite y su cuerpo no aguantó más. “Mi hijo murió como vivió. De repente y al ataque” fueron las declaraciones que hizo su madre al conocer el fallecimiento de su hijo.
En lo que se refiere a VDB, una de las causas que explicaron su caída a los infiernos fue su relación con el médico francés Bernard Sainz, a quien conoció por su compañero de equipo Philippe Gaumont. David Millar (compañero de VDB y Gaumont en Cofidis) en su biografía Pedaleando en la oscuridad aseguraba que “Gaumont y VDB podían ser encantadores en muchos momentos, pero constantemente se oían rumores de que estaban descontrolados y de que bien entrada la noche corrían como locos por los hoteles. Por el pelotón circulaba la historia de que una noche, muy tarde, cogieron el coche publicitario del equipo y se fueron a un burdel. Igual que muchas otras historias de excesos, esta parecía demasiado rocambolesca. Por supuesto, resultó ser cierta.”
La mezcla de somníferos como el Stilnox con bebidas alcohólicas, era el coctel perfecto para llevar actividades extremas por la noche, que en muchos casos los llevaba a la paranoia absoluta.
VDB comenzó a recibir el asesoramiento médico de Sainz. El francés era una especie de druida contemporáneo que hacía todo tipo de mezcolanzas con anfetaminas, EPO y somníferos. VDB fue sancionado durante seis meses por posesión de productos dopantes, posteriormente volvió a la competición, aunque sin grandes resultados y con continuos cambios de equipo
VDB comenzó un periodo en el que alternó periodos de depresión, paranoias, intentos de suicidio, autolesiones, multas por conducir bajo los efectos del alcohol y amenazas de muerte a su mujer.
Como anécdota curiosa, en 2006 tras quedarse sin equipo se inscribió en una carrera de aficionados en Italia con una identidad falsa. Falsificó la licencia con el nombre de Francesco del Ponte y con una fotografía del campeón del mundo Tom Boonen. Era líder a falta de un kilómetro, y decidió abandonar para regresar a casa.
En 2008 sin continuidad en ningún equipo y con su carrera profesional en declive decide publicar su biografía bajo el titulo No soy Dios. VDB confiesa su mal comportamiento y su adicción a las drogas, así como sus intentos de suicidio. Expresa su deseo de liberarse y salir de una pesadilla en la que parece no ver el final.
VDB falleció en octubre de 2009 en Senegal durante unas vacaciones a la edad de 34 años. Fue en la habitación de un hotel tras haber contratado los servicios de una prostituta, no está claro si su muerte fue por una sobredosis o por los excesos a los que sometió a su cuerpo durante toda su vida. En 2013 su compañero Gaumont falleció a la edad de 40 años a causa de un paro cardiaco provocado por sus excesos con el dopaje.
El Chava y de Vandenbrouke fueron unos personajes únicos, carismáticos, que hacían las delicias del aficionado. Vivieron demasiado deprisa, y sus frágiles existencias fueron sacudidas por una década oscura del ciclismo. Aprendamos de los errores.