Concluye al fin una nueva y soporífera edición del Giro de Italia. Las polémicas y la desidia competitiva han prevalecido sobre la supuesta espectacularidad que se le presupone a un evento deportivo de estas características.
Las condiciones meteorológicas adversas, el recorte de etapas, la escasa competitividad entre los favoritos y la irrupción de casos de Covid han conformado el caldo de cultivo perfecto para hacer de esta edición todo un hartazgo para el aficionado ciclista. Analicemos por partes.
Un Giro de Italia marcado por el Covid-19 y las condiciones meteorólogicas
Parece mentira que cuando la sociedad entera ha superado la pandemia del Covid-19 el ciclismo siga viéndose afectado. Antes del comienzo del Giro el Jumbo-Visma tuvo que reestructurar su equipo debido a los positivos de Robert Gesink o Tobias Foss. Otros nombres importantes del pelotón como Ciccone o Gino Mäder también se vieron obligados a renunciar a participar en la Corsa Rosa por contraer el virus.
Durante el transcurso de la carrera el goteo de abandonos a causa del Covid-19 ha sido una constante, desvirtuando en buena manera el devenir de la competición. Remco Evenepoel, gran favorito a llevarse el triunfo final, abandonó al finalizar la novena etapa tras dar positivo. La presencia del belga en la carrera fue corta pero intensa. Le dio tiempo a ganar dos etapas, se fue al suelo a causa de un perro y realizó un polémico traslado en helicóptero que fue condenado por la UCI.
Los corredores han tenido que afrontar un Giro de Italia con unas condiciones meteorológicas complicadas. Completando cientos de kilómetros bajo una lluvia que ha ido mermando las capacidades físicas del pelotón.
La etapa de Crans Montana
Uno de los momentos más polémicos y controvertidos fue el recorte de kilómetros en la novena etapa con llegada a Crans Montana. Sobre el papel se presentaba un recorrido con cerca de 200 kilómetros de distancia y más de 5.000 metros de desnivel positivo. Bajo la premisa de unas condiciones meteorológicas supuestamente adversas la etapa se redujo a unos irrisorios 70 kilómetros y se suprimió el ascenso al Gran San Bernardo. Es difícil de comprender (y de justificar) el recorte de kilómetros ya que no había nieve, ni hielo ni fuertes rachas de viento. Por supuesto que no es necesario repetir un Gavia 1988 o un Bondone 1956 que ponga en riesgo la integridad física de los ciclistas, pero cuesta imaginar que cuanto mejor son las prendas térmicas y la asistencia a los ciclistas se tomen este tipo de decisiones.
Desde que se presenta el recorrido del Giro, los aficionados se ilusionan con este tipo de etapas que quedan totalmente desdibujadas tan solo unas horas antes de que se tome la salida. No es la primera vez que ocurre algo así en el Giro, por lo que cuesta creer la imprevisibilidad de estas decisiones y la inexistencia de un plan alternativo. Este tipo de situaciones no son atractivas para los aficionados, y, por ende, para los patrocinadores.
Falta de valentía entre los hombres de la general
Cada año que pasa estamos ante un ciclismo más tecnologizado que merma de forma progresiva la espectacularidad de la competición. La generalización de los pinganillos y el uso de potenciómetros desnaturalizan la espontaneidad y valentía de los corredores (salvo excepciones). Hoy en día, carrera en la que no tomen la salida Tadej Pogačar, Wout van Aert, Mathieu Van der Poel o Jonas Vingeegard parece estar predestinada al aburrimiento y al ciclismo más calculador.
Los enfrentamientos directos entre los favoritos en esta edición del Giro (Geraint Thomas, Primož Roglič o João Almeida) han brillado por su ausencia. Pudiendo salvarse únicamente la victoria de Almeida en Monte Bondone. Cuesta comprender también la actitud de Damiano Caruso (único ciclista italiano para la general) muy conformista con la cuarta plaza.
Los animadores del Giro de Italia 2023
La falta de competitividad entre los favoritos ha generado que hayan sido numerosas las fugas que han sido victoriosas. De las 18 etapas en línea triunfó la fuga en diez de ellas. Hay que destacar a una serie de corredores (algunos desconocidos para el gran público) que han sido los grandes animadores de la carrera.
- Ben Healy: el ciclista irlandés se llevó la etapa con final en Fossombrone . Con un estilo peculiar y desgarbado sobre la bicicleta ha sido uno de los ciclistas más combativos.
- Derek Gee: pocos ciclistas se han merecido ganar una etapa como Gee. El canadiense no logró alzar los brazos, pero fue segundo clasificado hasta en cuatro ocasiones intentando estar en la fuga del día jornada tras jornada.
- Thibaut Pinot: el francés en su último año como profesional parece dispuesto a dejarse todo lo que le queda en las piernas. Muy combativo en las jornadas de alta montaña, aunque no se lleva ninguna etapa a pesar de rozarla en varias ocasiones. Se lleva la Maglia Azzurra a mejor escalador y un meritorio quinto puesto en la general.
Menos diferencias entre los favoritos no significa mayor emoción
A pesar de la aparente igualdad entre los hombres de la general (en la cronoescalada de Monte Lussari los tres primeros estaban en menos de un minuto) el espectáculo de la carrera ha dejado bastante que desear. Roglič se pudo resarcir de lo vivido en el Tour de 2020, arrebatando la maglia rosa a Geraint Tomas en la penúltima jornada. Decantándose la general a favor del esloveno por solo 14 segundos.
Las diferencias en las generales de las grandes vueltas son cada vez menores, pero esto no se traduce en una mayor emoción para el espectador. Esto puede generar un decrecimiento progresivo en el seguimiento de las grandes vueltas para el aficionado que puede afectar al modelo de negocio del ciclismo.
La financiación de una carrera como el Giro de Italia se sostiene gracias a tres pilares: entidades locales, derechos televisivos y patrocinadores.
Los municipios ponen dinero para que las bellezas de su territorio sean contempladas en el mundo entero. Me atrevería a decir que muchos días el único aliciente de la etapa ha sido contemplar los encantos de la geografía del país trasalpino. La Costa Amalfitana, los Dolomitas o los Lagos de Lombardía han ofrecido alguna de las mejores imágenes de la carrera.
Por otra parte, las televisiones adquieren los derechos para llevar la retransmisión a los aficionados. Los patrocinadores invierten dinero en la carrera para que su marca sea vinculada con los valores del esfuerzo y la superación que transmite el ciclismo.
Los recortes de etapa, los numerosos abandonos y la escasa competitividad entre los hombres de la general han generado un espectáculo poco atractivo que puede romper el delicado equilibrio que sustenta el negocio de este deporte.
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