Sepp Kuss
Kuss celebra su victoria con la afición antes de cruzar la meta en Javalambre. JOSE JORDAN (AFP)

La flamante e inesperada victoria de Sepp Kuss en la Vuelta a España ha despertado recuerdos de hazañas pasadas, de tiempos lejanos, casi olvidados. De vez en cuando conviene recordar estas historias, sacarlas a flote, para poner en contexto el enorme valor que tiene lo logrado por el corredor de esa máquina perfecta llamada Jumbo. Kuss, de 29 años, es el primer ciclista desde el florentino Gastone Nencini ganador del Giro de 1957 que termina las tres grandes el mismo año ganando una de ellas. En 2023, el norteamericano de Durango ha competido 77 días: las tres grandes de tres semanas (en el Giro finalizó decimocuarto y en el Tour duodécimo) más el Tour de UAE y la Vuelta a Cataluña.

La hazaña de Kuss, recorrer en bicicleta más de 11.000 kilómetros en tres fracciones de tres semanas seguidas durante una sola temporada, requiere un esfuerzo demasiado «anormal». Pero no es ni mucho el único que se atreve con semejante desafío. Para Adam Hansen esa anormalidad se convirtió en su rutina, en su trabajo. Este incombustible y polivalente australiano se convirtió en la Vuelta de 2015 en el ciclista con más grandes rondas completadas de forma ininterrumpida, con trece (dejó su record en 20, tras completar el Giro de 2018).  

Si nos vamos más allá en el tiempo, encontramos a varios corredores que en algún momento de su carrera se propusieron la proeza de correr las tres grandes vueltas en un mismo año. El legendario «sprinter» Miguel Poblet, cuya única finalidad era ganar etapas aunque no terminara ninguna gran ronda, probó el triple en 1956. Pese a que no logró acabar ninguna de las grandes vueltas de aquel año –siempre se le atragantaba la alta montaña–, logró ganar en todas ellas. El también español Federico Bahamontes se atrevió dos veces con el desafío: en 1956, fue cuarto de la Vuelta, abandonó en el Giro y obtuvo un cuarto puesto igualmente en el Tour. Dos años después, en el 58, repitió la experiencia finalizando sexto, decimoséptimo y octavo, respectivamente.

Otro caso sonado fue el que protagonizó el francés Raphael Geminiani –él que a la postre sería director deportivo del equipo Fiat de Merckx–, en 1955, finalizando tercero en la Vuelta a España, cuarto del Giro, donde llegó a portar la maglia rosa y sexto del Tour, tras ganar la novena etapa. El italiano Pierino Baffi, un corredor todoterreno especialista sobre todo a la hora de sprintar y de meterse en escapadas, también consiguió las tres victorias parciales en el año 1958. En la Vuelta consiguió tres triunfos, en el Giro alzó los brazos en  San Benedetto del Tronto, y completó la terna al ganar en la décima etapa del Tour de aquella edición. 

En esta pequeña lista no podía faltar uno de los corredores transalpino más ilustres. Alessandro Petacchi que llegó a correr 32 grandes vueltas haciendo triplete, corriendo las tres, en cuatro años. Petacchi, con 52 (22 en Giro, 20 en Vuelta y 6 en Tour), es el tercer corredor con más victorias en vueltas de tres semanas. Solo superado por su compatriota Mario Cipollini (57) y por Eddy Merckx (64). El último caso sonado –hasta esta Vuelta a España– fue el que protagonizó Alejandro Valverde en la temporada de 2016. El murciano finalizó tercero en el Giro (logrando una victoria de etapa en la localidad trentina de Andalo), sexto en el Tour y duodécimo en la Vuelta.

Vingegaard, Kuss y Roglic, en lo más alto del podio de Cibeles. SUSANA VERA (REUTERS)

Kuss, el ganador más alegre

Los buenos gladiadores eran figuras absolutamente adoradas por el pueblo romano. La palabra gladiador, propiamente del latín gladiator, –espadachín (especialista en lucha a espada) en su origen, porque se deriva del nombre gladius (espada)–, le viene como anillo al dedo a Sepp Kuss, tras firmar una de las mayores proezas del ciclismo moderno. Kuss, a pesar de ser estadounidense, ha sido el corredor que más ánimos ha recibido por parte del público español en la reciente Vuelta, en parte porque, casado con una catalana, reside en Andorra y habla fluidamente el castellano. 

Posiblemente el calor de la afición –y la ayuda del Landismo– le otorgó las fuerzas necesarias para mantener el rojo en la subida al Angliru. Esa etapa fue el punto de inflexión en la Vuelta, posiblemente también en la carrera deportiva del corredor de Durango (no confundir con el municipio de Vizcaya). Roglic y Vingegaard, amigos, compañeros, pero a la postre sus máximos rivales, no se lo pusieron nada fácil. Le atacaron sin mirar atrás, conscientes de que su mejor gregario –el lugarteniente que tantas veces se ha sacrificado por ellos, que siempre ha puesto sus ambiciones de lado en favor de ellos y que con su sonrisa les levanta el ánimo en los peores días– no les seguía. Le creían perdido entre la niebla del coloso asturiano. Pero Sepp no se entregó, luchó hasta el final, demostrando un verdadero espíritu de gladiador y de campeón. Salvó el rojo (por escasos ocho segundos) y a partir de ahí terminaron las hostilidades dentro del equipo. Se respetó su merecido liderazgo

Queda por ver como el Jumbo, el primer equipo que gana las tres grandes, y con tres corredores diferentes, en el mismo año, se enfrenta a un problema desconocido: una vez alcanzada la cima, cómo seguir creciendo, qué pueden hacer para mejorar la próxima temporada. Richard Plugge, la mente principal de la creación del equipo hace 10 años, ya ha admitido que no se conforma con ser los mejores, quieren crear una marca global –como en su día lo fueron los Chicago Bulls, los All Blacks–, que traspase las fronteras del ciclismo. Por el momento, a Sepp Kuss esto no le debe de preocupar en absoluto. El ganador más alegre que ha conocido la Vuelta y uno de los más queridos, disfrutará de un merecido descanso tras su maratoniano año. Ya tocará pensar en la próxima temporada en invierno.

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